
Cuando mi vieja se dispuso a cambiar
el viejo pimentero de madera
no la frené.
¿que iba a hacer? ¿mentirle?
No señor!, prefiero comer mal
a que ella se entere
del triste hombrecillo
que me fotografía tras los espejos.
¡Que se atraganten de pixels quienes pispean de reojo este humilde libraco de garabatos!, que viene pasando paginas a ritmo de tambor. ¡Y no se repriman!, el único precio de entrada es comentar una critica descabellada como combustible a estas cuatro patas al volante para que siguen batiendo el trote. Sin excepción, si no paga, no es bienvenido. (más en flickr.com/ellibraco)